lunes, 27 de mayo de 2013


Quiero disculparme a todos los que con mucho cariño y afecto me habían escrito un comentario en el blog. Sin querer los he eliminado todos. Afortunadamente, ya los había leído.

lunes, 13 de mayo de 2013

Hoy por la mañana me han comunicado una excelente noticia, algo, como no, relacionado con el mundo de las letras. Esta excelente noticia es que he quedado entre los cincuenta finalistas del renombrado concurso de ortografía luyferivas. Aunque aún no se en que posición entre estos cincuenta me encuentro. Es una competición de grandes dimensiones, a la que acuden casi tres mil alumnos de una gran cantidad de centros de la comunidad de Madrid. Por lo tanto, el ser finalista, es un pequeño logro para mí y me da fuerzas para seguir avanzando. Muchas gracias a todos por vuestro apoyo y cariño.

Os dejo aquí las bases por si alguno de vosotros está interesado en participar el próximo año.

http://luyferivas.com/concurso.php?idc=119

viernes, 10 de mayo de 2013

¡Hola de nuevo!
Disculpad el largo tiempo que  he estado sin publicar entradas, me he encontrado muy ocupado debido a los exámenes y demás.
Me complace comunicaros que he quedado en segunda posición en un concurso de literatura, con un relato llamado "el último suspiro". No es gran cosa pero os lo dejo aquí, por si queréis echarle un vistazo. 
No tengo nada más importante que deciros, hasta luego y permaneced atentos a mis nuevas publicaciones.

EL ÚLTIMO SUSPIRO
     Bum. El primer soldado fusilado cayó al suelo entre violentos espasmos. La sangre salpicó violentamente la sucia pared del paredón. Llovía suavemente, las gotas diluían aquel terrible paisaje en tonos grises y abandonados. Un puñado de soldados con la ropa hecha jirones y el rostro sucio, se encontraban situados en fila, esperando a que los mataran. Sus caras conformaban un cuadro difícil de plasmar. Algunos, todavía reflejaban odio en su rostro. En otros, un gesto de impotencia suplicante. Unos pocos, parecían no tener conciencia de la situación. Dos o tres permanecían sosegados, esperando a una muerte digna de héroes. Y uno, un muchacho de ojos verdes, hermosos vestigios de una mezcla de inocencia de niño y madurez de adulto, permanecía sonriente. En una desgastada solapa, cosida a su chaqueta militar, alguien había tejido con cariño el siguiente nombre: Daniel.

 Los disparos se sucedían a un ritmo cadente y tedioso.

            Bum. El segundo guerrillero cayó fusilado, como un reflejo inútil de la gran miseria del hombre.

            Bum. Este ya era el tercero en caer. El número tres, pensaba  aquel joven, llamado Daniel. Tres eran los años que había durado esa miserable guerra. Esa guerra civil en la que se habían derrumbado los más profundos cimientos morales españoles. Esa larga batalla en la que se había derramado sangre inocente por doquier. Donde los hermanos habían luchado entre sí. Y donde la ferviente guadaña de las ideologías había arrasado España por completo. Esa guerra en la que él, pensaba Daniel, se había visto arrastrado sin poder evitarlo. Esa guerra que habían perdido.

            Bum. El cuarto, la fila se iba reduciendo. Había sido muy dura la derrota, Daniel recordaba con horror el sitio de Madrid, las últimas horas en libertad antes de la rendición total. Resonó en su cabeza ese juicio, que se celebraba solo para dar carácter oficial al asunto, en el que les condenaron a morir por traición al estado.

            Bum. Bum. Bum. El fusil sonaba amenazador. La hora se le acercaba. No tenía miedo. Pero sentía una gran impotencia ante esa injusticia atroz. Los vencedores no se habían contentado con vencer, no, como en toda guerra, los ganadores se ensañaron con los vencidos.

            Bum. El octavo tiro. Recordó con cariño cuando tenía ocho años y había hecho su primera comunión. Fue un día solemne. Quizá de lo mejor que le había sucedido en esos 20 años de vida.

            Bum. Los muertos le rodeaban. Ya pronto le tocaría a él. La lluvia seguía cayendo monótona, recordándole esas ventiscas en su pequeño pueblo. También rememoró nostálgico aquellos atardeceres de luz en su pequeña aldea. La sierra se recortaba contra un sol caprichoso y turquesa, cientos de pensamientos y alegrías, años y siglos se reflejaban en ese instante mágico y misterioso.

            Bum. Daniel de nuevo se trasladó a su pueblo tres años atrás. Un aire guerrero envenenó el ambiente rural cuando comenzó la guerra. Los republicanos se adueñaron de la región. Y cuando llegaron a su aldea, quemaron la iglesia y reclutaron todos los jóvenes que hubiera disponibles para luchar. Él tuvo que irse. Recordó la despedida, fue la primera vez que vio a su padre llorar.

            Bum. Bum. El nerviosismo empezaba a adueñarse de David lenta e inexorablemente. Pensó en cómo intentó no matar a nadie en las innumerables batallas que sostuvo junto sus compañeros, acorde con esos pensamientos liberales en los que se había basado su educación. Pensó en aquellas terribles noches de trincheras repletas de pesadillas. Y en las numerosas peleas y muertes entre miembros del mismo bando que él presenciaba.

            Bum. El siguiente era el último soldado, luego iría él. No pudo evitar dirigir un último pensamiento a sus padres. Su madre, con una sonrisa fresca y joven, una risa contagiosa. Y a su padre, serio en justa medida, el atento profesor que le enseñó a vivir la vida hasta el último momento con alegría. Y pensó en el lugar al que se dirigía, sin duda a un sitio mejor.

            Bum. Era su turno. Miró a los ojos del verdugo, en ellos se podía advertir un resquicio de duda camuflada tras la seguridad. Sin duda, le había impresionado la serenidad del muchacho. El condenado a muerte inspiró por última vez en su vida el aroma que reinaba en el aire, olía a sangre y a otoño. El dedo del pistolero temblaba. Daniel sonrió y con un suspiro le dijo:

            -Acaba ya.

            Bum. Un disparo seco resonó en el lluvioso aire. Daniel se derrumbó y cayó al suelo. La muerte fue rápida e instantánea.

El verdugo miró desconsoladamente el cadáver ¡Qué fácil es quitarle a alguien la vida!, pensó, ¡Pero qué difícil es borrar una sonrisa!

FIN